Erick Iván Ortiz: No vamos a cambiar nada con un tuit, debemos involucrarnos

Erick Iván Ortiz es un joven en política, activista social, coordinador del Colectivo normal y Presidente del Consejo Juvenil de la Embajada de Estados Unidos en El Salvador. Trabaja actualmente como consultor en desarrollo y políticas públicas y tiene 27 años.

“Nunca antes la juventud tuvo tantas posibilidades de ser protagonista en la construcción de una mejor sociedad. El Salvador está frente a un bono demográfico histórico que sitúa, según datos de la EHPM 2015, al 54% de la población salvadoreña por debajo de los 30 años”, analiza Erick.

Este joven santaneco será parte del tercer libro El país que viene: Horizonte común.

¿A dónde se ve Erick en 10 años?

Mis planes son continuar trabajando por propiciar un cambio cultural en donde lo normal sea valorar y celebrar nuestra diversidad como seres humanos y  lo normal sea expresar nuestras diferencias. Quiero seguir construyendo una sociedad que permita explotar todo el potencial creativo que reside en cada quien y para el que es necesario apostar decididamente por la inclusión. En 10 años estaré aquí en El Salvador, aportando desde el espacio que me sea posible.

¿Por qué decidiste aplicar como coautor de El país que viene?

Por ser una plataforma que da voz a una nueva generación completa y diversa de liderazgos juveniles en El Salvador. Sus dos ediciones recopilan historias que motivan a pensar que el país que viene puede ser mejor.

¿Sobre qué escribes en el libro “El país que viene: Horizonte común”?

Escribo sobre lo que como activista y emprendedor social he aprendido, pero sobre todo intento hacer notar que debemos ser los cambios que queremos ver para nuestro país. Para mí El Salvador tendrá un horizonte común o no tendrá ninguno porque solo con una visión compartida, que valore la diversidad como motor del desarrollo, tendremos un país de verdaderas oportunidades para todos.

¿Crees que es un momento de oportunidades para la juventud?

Lo que veo es que nunca antes la juventud tuvo tantas posibilidades de ser protagonista en la construcción de una mejor sociedad. El Salvador está frente a un bono demográfico histórico que sitúa, según datos de la EHPM 2015, al 54% de la población salvadoreña por debajo de los 30 años. El potencial es enorme y más aún cuando esta es una generación que nace después del devastador conflicto armado, lejos de muchos de los dogmatismos imperantes en aquella época. Encuesta tras encuesta sitúan a este segmento poblacional como una masa social mucho menos polarizada y más pragmática que la generación que actualmente ostenta el control y el rumbo del país.

¿Cuáles son los problemas o retos actuales para nuestro país que identificas como los más importantes?

La incapacidad de alcanzar consensos es el mayor obstáculo para el país. Tenemos que aprender a reinterpretar el ceder porque en la actualidad, y sobre todo en política, el ceder se entiende como perder y eso impide avanzar. No terminamos de entender que tenemos que estar dispuestos a encontrar un punto intermedio que nos permita avanzar como sociedad. Es el principal reto de la generación de la posguerra, no repetir este círculo vicioso.

¿Qué retos consideras que tenemos como país?

El acto de ceder que por hoy es símbolo de debilidad. Es necesario entenderlo como un acto de madurez, de estar conscientes que es imposible avanzar de espaldas a los demás. Es un reto, pero también una oportunidad porque aprender que ceder es el arte de entender que siempre es más eficiente y efectivo si podemos trabajar en conjunto generando sinergias. Es transitar hacia un entorno más solidario, empático y justo. Es estar convencidos que los enemigos no son los rivales políticos e ideológicos, sino los graves problemas estructurales de nuestro país.

¿Qué cambiarias sobre nuestro país si estuviera en tus manos?

El sistema educativo. En el país todavía tenemos retos de cobertura, de infraestructura, incluso de seguridad y nos deja muy poco espacio para discutir el contenido y la vigencia de la currícula actual. ¿Cómo responderá El Salvador ante el reto de la automatización y la irrupción de la tecnología en el mercado laboral? Es un tema que debería importarnos sobre todo a la juventud, es probable que los que tenemos el privilegio de alcanzar un grado de educación lo estemos haciendo pensando en trabajos que en pocos años ya no existan. Es necesario un acuerdo de país que excluya la educación de la mentalidad cortoplacista y electorera.

¿Qué recuerdas de tu niñez?

Me crié con mis abuelos maternos en Santa Ana. Fui muy afortunado porque los dos son profesores y tuve una estimulación temprana que me hizo ser siempre curioso y tener confianza en mí mismo. No todo fue siempre feliz, por años fue difícil el conflicto personal por mi sexualidad y lo fuertemente religiosa que es mi familia. Fue un estira y encoge. Siempre he dicho que lo más difícil de pertenecer a la población LGBTI es que somos el único grupo poblacional que sufre rechazo, discriminación e incluso violencia ahí en el entorno que para todo ser humano debiese ser seguro: la familia. Mi lucha personal es porque nadie sufra este tipo de situaciones en etapas tan decisivas como la niñez y adolescencia.

¿Qué mensaje le enviarías a la juventud salvadoreña?

Si no les gusta lo que ven, si no les gusta cómo marcha la política, la economía y la sociedad en general, ¡salgan de las redes! Nada cambia con un tuit, con un estado en Facebook, es involucrándose directamente que las cosas cambian. Solo tienen que encontrar el tema que más les apasione y no tienen que cambiar el mundo, mucho se hace con hacerlo en el metro cuadro que rodea a cada quien. Si cada uno asumiera la responsabilidad que como ciudadanía le corresponde, otra historia sería la de nuestro país.