Ser la Jefa de Proyectos en el área Macroeconomía y Desarrollo de la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE) es un trabajo que llena de plenitud a Laura Nereyda Mejía de Torres y en sí ella es luz para las personas que la conocen debido a su perseverancia y amor al prójimo.
En su haber laboral ha conocido las historias, sueños, fracasos y triunfos de más de 1,500 jóvenes organizados en diferentes grupos juveniles. Toda esta experiencia la han sensibilizado en temas como los derechos humanos y otros.
Pero en sí, Laura también es un ejemplo de superación para antiguas y nuevas generaciones. Convive con Lupus Erimatoso Sistemico pero esta condición no le impide desarrollarse, crecer, y ayudar a otros.
“Intento que el lector conozca un poco mejor quien es la persona que escribe y por qué poseo la firme creencia que los jóvenes, más que otros, tienen el gran poder de crear nuevas formas de funcionamiento de la sociedad y que el resto somos responsables de no cerrarles esa oportunidad”.
El país que viene: Horizonte común, le da la bienvenida a otra de sus coautoras.
¿Qué podrías destacar de transición que viviste de la guerra a la paz?
Es el respeto que se tiene por la otra persona. En mi generación veo que queremos sacar al país adelante, que queremos trabajar, generar ingresos. La nueva generación –de la cual me considero parte también- es una de diálogo, que aprendieron que la solución no está en las armas sino que en el diálogo y que no existen fronteras para llegar a acuerdos.
¿Cómo podemos llegar a esos acuerdos?
Por ejemplo, hay leyes y convenciones a favor de la niñez y adolescencia pero a ellos no se les consultó. En esta sociedad asumimos que el que tiene menor edad tienen menores posibilidades y derechos porque así se nos enseñó. Ese patrón no hay que reproducirlo y mi interés es presentar una propuesta que motive a los adultos a ser aliados con los jóvenes, que abra las puertas a la juventud, que le permita incorporarse y romper las barreras.
¿Cómo decidiste postularte como coautora del libro?
Me decidí postular a “El País que viene: Horizonte común” porque lo considero una oportunidad invaluable para recordarle a los adultos jóvenes (como yo) que tenemos el deber de ser una palanca robusta para las nuevas generaciones. Si nuestro papel en la historia salvadoreña tuvo algún impacto, y me gusta creer que sí, debemos seguir trabajando para que esto continúe.
Dos décadas después de los Acuerdos de Paz, existe una nueva generación de ciudadanos más activos, plurales y promotores del dialogo. Sin embargo, la exclusión y la ausencia de pertenencia de una gran parte de la población en la toma de decisiones o en ámbitos de poder continúan siendo visibles. Considero que “El país que viene” realiza una singular y enorme labor para disminuir el estigma negativo que existe hacia este segmento poblacional al brindarles reconocimiento por sus esfuerzos en contribuir a modificar la cultura del país, especialmente promoviendo el respeto a la diversidad y formas innovadoras de expresión y participación. Para mí, este libro presenta optimismo y esperanza para que los y las salvadoreñas caminemos juntos y seamos protagonistas de nuestros propios cambios.
¿Cuáles son tus expectativas de este proyecto?
Continuar conociendo a personalidades que no he conocido. Bajo este proyecto profesional puedo encontrarme con muchas personas de 18 a 30 años de edad
¿Sobre qué escribes en el libro “El país que viene: Horizonte común”?
Hablo sobre la importancia de la unión entre generaciones. Enfatizo mucho que los grandes resultados se alcanzan a través del aprendizaje de los obstáculos. Y aunque parezca una obviedad, no es tarea fácil en el “mundo de prisa” que vivimos actualmente. Hoy en día, es tan fácil ignorar al de la par y olvidarnos mostrar empatía.
En el artículo hablo sobre mis vivencias y aquellos puntos de inflexión que me dieron fortaleza y me enseñaron a ser quien soy y desarrollar mi rol como hija, amiga, esposa, economista y voluntaria. Hablo de experiencias que van desde mi decisión de graduarme de paracaidista hasta situaciones más complejas como ser diagnosticada con Lupus Erimatoso Sistemico.
¿Cuáles serán los mensajes principales de tu artículo?
Pertenezco a una generación que funciona como puente entre el descontento del adulto joven y el optimismo de los líderes emergentes. Por ello, el texto que escribí desea llevar tres mensajes principales. El primero es motivar a la acción a aquellos jóvenes de El Salvador que aún no encuentran su camino o lugar en la sociedad. En segundo lugar, casi a mis 35 años, intento hacer un llamado a los jóvenes activistas y líderes actuales para que vuelvan la mirada a los logros y errores de mi generación y les sirva como el inicio de un camino que consideramos valioso de continuar. Y finalmente, invito a las personas de mi generación y las mayores a no desistir y no replicar patrones del pasado, sino al contrario convertirnos nosotros en el nuevo adulto salvadoreño que tanto anhelamos.
¿Actualmente trabajas en FUNDE?
Sí, soy Coordinadora de proyectos en la Fundación Nacional para el Desarrollo (FUNDE), en donde pertenezco al área de Macroeconomía y Desarrollo. Cuando estudiaba mi Licenciatura en Economía, realicé en esta organización mis horas sociales y posteriormente ingresé a laborar como asistente de investigación. En 2008, me gane una beca parcial para recibirme de Máster en Desarrollo Económico en España. Y fue en 2009 que regresé al país y continúe mi labor profesional en FUNDE. Actualmente, me dedico a crear, colaborar y dirigir proyectos que respondan a las necesidades de visibilización y ejercicio de los derechos sociopolíticos de la juventud centroamericana.
¿Háblanos un poco del trabajo que haces como voluntaria?
Soy fundadora y formo parte de la junta directiva de la Asociación PROPESCA, una entidad salvadoreña que pretende inspirar, ayudar e incidir en la buena gobernanza del sistema pesquero y acuícola en el país. Me apasiona especialmente colaborar con personas del sector pesquero artesanal, un sector que vive en extrema pobreza y alta marginación y exclusión social.
Adicionalmente, apoyo anualmente a la campaña “Meditando por la paz en El Salvador” que es dirigida bajo la organización de Psicolegas El Salvador y de Peace Revolution (PR) ésta última posee sede en Tailandia, y promueve la cultura de paz en todo el mundo a través de la meditación.
Más recientemente hemos creado, junto a familiares y amigos, el colectivo “Ama y Lucha” en donde nos dedicamos a concientizar a las y los salvadoreños sobre aquellos signos y síntomas del Lupus Erimatoso Sistémico y finalmente reducir el tiempo de su diagnóstico.
¿A dónde veremos a Laura en 10 años?
Espero encontrarme satisfecha de contribuir a generar cambios positivos en el país. Pero si soy sincera, no es algo que haya pensado tan a detalle. En este momento, estoy iniciando una nueva etapa de mi vida. Y lo digo en todos los ámbitos.
He dejado un poco de lado mi profesión de economista y mi vocación de investigadora académica para intentar especializarme en la planificación y monitoreo de proyectos sociales que brinden apoyo a organizaciones, movimientos, colectivos y redes ciudadanas. Considero que existe una efervescencia de participación ciudadana que requiere urgentemente ser apuntalada.
Por otra parte, si bien hace poco me he casado por lo civil y bajo la religión católica, desde ya concibo nuestro matrimonio como una doble oportunidad de darle a la sociedad lo mejor de ambos y ayudar y llevar a otras personas un poco de nuestras alegrías y experiencias.
Por último, y como dije antes, hace tres años me diagnosticaron con Lupus, y por tanto hoy más que antes me dedico a vivir más plenamente. ¿Dónde estaré en diez años? No lo sé. Espero que el camino que he forjado me lleve por la misma ruta.
¿A tu juicio cuáles son los retos que tiene el país?
Sin duda es la desigualdad que genera discriminación social, económica y política. La historia salvadoreña se dibuja con ciclos muy similares en el tiempo, pero lo positivo es que la democracia ha encontrado su camino. Este es el gran tesoro que debemos cuidar, pues es ahí donde radican que los planes de desarrollo se elaboren, aprueben y se ejecuten con eficacia y pertinencia.
¿Qué cambiarias sobre nuestro país si estuviera en tus manos?
Cambiaría la indiferencia y el individualismo. Promovería la solidaridad y la empatía. Estas serían las bases para cualquier decisión de gobierno.
¿Qué recuerdas de tu niñez?
He tenido una niñez afortunada. Mis mejores recuerdos se remontan a cosas sencillas, tirada en un pasto de hojas secas, arriba del palo de jocote, jugando escondelero o micafruta con mis primos en la casa de mi abuelo materno. Los orígenes de mi familia son sencillos, pero tanto mi papá como mi mamá se encargaron de estudiar y desarrollarse profesionalmente para brindarnos lo mejor de ellos. Tengo también algunos recuerdos difíciles de explicar cómo la separación de mis padres o la muerte de los abuelos o tíos, pero nuestra fortaleza siempre ha sido la solidaridad familiar. Crecí en una familia muy grande, muchos primos, muchos tíos y muchos amigos de mis papás. Incluso al día de hoy, considero a mi familia materna y paterna como el mejor soporte para cualquier dificultad. En el núcleo familiar somos 4 hermanas, por eso aunque lo intente, para mí, es muy difícil ser una persona egoísta. Aprendí que la fortaleza de una persona está en ayudar y dejarse ayudar.
¿Qué mensaje le enviarías a la juventud salvadoreña?
Mi mensaje es sencillo. Jóvenes: los adultos no son el enemigo. Sean empáticos y desarrollen alianzas intergeneracionales. Crean en la capacidad de su generación para fundar cambios e instituir juntos un nuevo adulto.