Ganar el tercer lugar del II Certamen de Debate Intercolegial de la ESEN y también el premio a mejor oradora; fueron los momentos que le dieron un giro a la vida de Eva María López, una joven Licenciada en Ciencias Jurídicas que ve en el debate un estilo de vida.
“Esto me llevó a ver el debate como algo más que solo un ejercicio académico, sino que era una herramienta para incidir en la sociedad: sentí que necesitaba aportar algo y pensé que el debate era la respuesta. A raíz de lo anterior estuve como educadora voluntaria de debates durante al menos 3 años con Glasswing, trabajando en el Centro Escolar Walter A. Soundy de Santa Tecla; esto definitivamente es uno de mis mayores logros personales, porque me ayudó a conectar humanamente y ver los efectos del diálogo en los chicos de noveno a tercer año de bachillerato”, recordó Eva María.
El País que viene: Horizonte común, le da la bienvenida a Eva María, otra de las coautoras de nuestro libro.
¿A qué te dedicas actualmente?
Soy Coordinadora de Proyectos de la Fundación DTJ; actualmente estoy trabajando con especial énfasis el tema de protección de Derechos Humanos, en la elaboración de un anteproyecto de Ley de protección para periodistas y defensores de Derechos Humanos, así como de fortalecimiento a Organizaciones de Sociedad Civil. Además, soy parte de JuventudLac y apoyo iniciativas de debate en lo posible.
El debate es una forma para fortalecer el país ¿por qué piensa eso?
Creo que es esencial destacar que hay más de una forma de ayudar a fortalecer tu país, y esto no solo es a través de la política partidaria o en temas especialmente conflictivos. A través de escoger un tema, impulsarlo, ofrecer soluciones o propuestas constructivas es una forma real de incidir que, a veces, no se contempla. Creo que también sería importante hablar sobre la educación para el diálogo; porque como sociedad pedimos que nuestra gente dialogue y, culturalmente, no nos han preparado para eso; enfocarlo desde la experiencia en etapas escolares y universitarias como una forma de contribuir a la sostenibilidad de esfuerzos me parece muy importante.
¿Por qué decidiste aplicar como coautor de El país que viene?
Decidí aplicar a El País que viene porque nos pone en contacto con gente común que estamos tratando de incidir desde distintos ambientes, pero que somos al mismo tiempo jóvenes con nuestras propias preocupaciones; es un recordatorio de que, sin importar quiénes seamos, podemos hacer la diferencia. Necesitamos recordar que acciones pequeñas y bien encaminadas llevan a resultados extraordinarios.
¿Sobre qué escribes en el libro “El país que viene: ¿Horizonte común”?
Es sobre mi experiencia como educadora voluntaria del Club de Debate con Glas swing. Habla sobre el voluntariado y los efectos de promover el diálogo y la escucha activa en la vida real. La historia la dediqué a dos amigos, Eduardo Méndez y Janneth Herrera, quienes me demostraron el valor del voluntariado. ¡Espero que todos, al final, terminen enamorados del tema!
¿Qué significa Glas swing para usted?
Para mí, iniciativas de las organizaciones como Glasswing y 3D son ejemplo de lo mucho que se puede hacer al permitir espacios de diálogos libres, seguros, sin tabúes y, sobre todo, con mucho respeto. Una vez que uno deja de lado las concepciones erróneas sobre lo que es el debate, comprende que este no es solo un ejercicio que se ve impresionante en las películas, o que solo lo hacen los abogados y políticos, o que solo es de contenido académico: uno se da cuenta que es un estilo de vida.
Escuchar y ser escuchados no solo nos ayuda a entender una idea que alguien más da, sino que nos lleva a comprender todo un punto de vista, una realidad y una necesidad. Cuando nos damos cuenta que en este mundo no existimos solo nosotros y lo que sentimos y lo que vivimos es que estamos listos para llegar a entendimientos y a acuerdos. Y una vez eso ocurre no hay vuelta de hoja.
¿A dónde te ves en diez años? Me veo especializándome en el tema de Derechos Humanos, especialmente me apasiona la libertad de expresión, de asociación, educación, la libertad religiosa y la igualdad de género. En 10 años quisiera tener la oportunidad de trabajar directamente con las personas que se ven más afectadas para apoyar su formación en el tema: quiero traducir los Derechos Humanos a realidades.
¿Cuáles son los problemas o retos actuales para nuestro país que identificas como los más importantes?
Creo que el principal es la falta de educación de calidad. Cuando no tenemos buena formación estamos menos preparados para enfrentar los retos de la vida diaria, y por tanto somos más susceptibles a que otros decidan por nosotros. Las consecuencias de esto se acarrean para el resto de la vida y eso se eleva a nivel de país.
¿Qué cambiarias sobre nuestro país si estuviera en tus manos?
Nuestra percepción sobre nosotros mismos: el salvadoreño es una persona increíble, llena de muchísima energía, amor y entrega en cada cosita; si nos la creyéramos y empezáramos a actuar conforme a ello seríamos diferentes. 2. La educación que recibimos: si tenemos mejores herramientas, lo que construyamos va a ser más duradero y provechoso para todos.
¿Cómo fue tu infancia?
Muy feliz, mis papas siempre me demostraron su amor y confianza, me animaron a actuar con entrega y pensar en otros. Recuerdo las risas y los abrazos, especialmente aquellos de cuando me sentía triste y que ellos me animaban recordándome que juntos somos un equipo. Siguen diciéndomelo y siguen siendo de mis mejores amigos: son mi motor.
¿Qué mensaje le enviarías a la juventud salvadoreña?
No subestimen su potencial de incidir. A veces vamos a sentir la tentación de concentrarnos solo en los muros por escalar, pero tenemos que recordarnos, a nosotros mismos, que las grandes metas se alcanzan un paso a la vez: esas ideas y ese talento que tienen guardado puede hacer una diferencia en la vida de alguien ¡Atrevámonos a intentarlo!