Juan Contreras: Soy parte de una generación que no se quiere conformar

Santa Rosa de Lima es un municipio pujante en el comercio y es la cuna que vio nacer hace 32 años a Juan Gilberto Contreras Gómez, un joven quien desde pequeño se interesó por la política y por los negocios.

La geografía fue una dificultad para culminar sus estudios superiores pero nunca se dio por vencido y ahora –con certeza- confirma que la educación es una llave que abre puertas a otros horizontes.

Apasionado con el tema de desarrollo local, Juan está convencido que desde los municipios se puede transformar el país con una visión integradora y de desarrollo. “Dios no está solo en la capital”, dice este abogado y notario quien dejará su pensamiento en el libro El País que Viene: Horizonte común

¿Cómo fue su niñez?

Yo soy el tercero de cuatro hermanos, mi hermano menor falleció el año pasado de una neumonía, tenía 27 años y se acababa de graduar de abogado pero son cosas que pasan. Nosotros nos crecimos en un pequeño pueblo pero en la zona urbana. Santa Rosa es muy comercial y hay negocios que compran a Panamá, mucha ropa por mayor y le distribuyen a todo el país.

Yo salía a otros pueblos con mi mamá a vender; el común denominador de la gente de Santa Rosa es que se dedican al comercio

¿Sus papás son comerciantes?

Sí, comenzaron con un puesto de venta de ropa en la calle. Era el auge en la época de los 80’s y venía mucha gente de Honduras a comprar acá, desde pequeño nos llevaban al puesto. A mí me comenzaron a llevar desde los 5 años. Ahí estuvieron como 27 años en la calle y luego pasamos a una casa que compraron mis papás en el centro de la ciudad.

A medida que el comercio fue creciendo nos llegó hasta la casa y decidieron dejar el puesto de la calle y comenzar a vender en la casa; pusieron un bazar y como estaba saturado del comercio panameño comenzaron a traer ropa de Los Ángeles. Mi hermana ya estaba grande y era ella la que viajaba a comprar la mercadería.

Comenzamos en ese trabajo y ahí me crecí entre la escuela y negocio.

¿Y usted siguió con el negocio?

Yo todavía tengo el negocio y estudié para abogado. Comencé a ver que todo el mundo en Santa Rosa tiene dos objetivos: poner un negocio y comenzar a trabajar, lo otro es irse del país para Estados Unidos que es el destino común.

Yo tenía la ventaja que los proveedores me conocían, me ofrecían crédito y pude iniciar a trabajar, pero hay gente que no tiene esas posibilidades, ni de estudiar tampoco, así que no les queda otra salida que migrar, que es uno de los puntos que yo toco en mi artículo porque es parte de la realidad de todo el país y en oriente está más ese deseo de emigrar. Muchos de mis compañeros del colegio están fuera del país y eran muy inteligentes, otros se dedicaron al comercio.

¿Y cómo se decidió usted por el estudio y el comercio?

Mis hermanas mayores habían estudiado; ellas son licenciadas en laboratorio clínico…yo soy uno de esos especímenes raros que salí de bachillerato general de 15 años (risas). Entonces a un niño de 15 años le preguntan qué vas a hacer o estudiar y en ese momento no se tiene la madurez necesaria para decidir.

Yo pensé en irme para Estados Unidos, pensé en poner un negocio en aquél entonces, pero mis papás me dijeron que la mejor herencia que me podían dejar era el estudio. Que si yo después me quería ir que me fuera pero con un cartón. Fue como un punto de honor de mis papás que todos estudiáramos.

Al inicio a mis hermanas mayores les decían que daba más el negocio y que de los cartones nadie vivía. Nosotros teníamos una clientela que no faltaba porque vivíamos a 15 minutos de la frontera El Amatillo y llegaban a abastecerse ahí y en el tiempo del colón se podía vender hasta 20 mil colones en un día malo.

¿Era una ganancia considerable en ese tiempo?

Sí, yo no podría decir cuánto ganaba un abogado en la década de los 80’s pero la ganancia que se tenía en el comercio era clara. Tuve la ventaja que mis papás me apoyaron en el estudio, aunque siempre fue difícil haber estudiado, porque en Santa Rosa de Lima no hay universidad ni en La Unión; lo más cercano es San Miguel.

Digamos que hay buen servicio de transporte pero como es interdepartamental los costos son más caros. Usted gasta fácilmente alrededor de $2.50 diarios en transporte sin incluir comida. Si usted va a estudiar mínimo tiene que ir a desayunar y almorzar en la universidad…

Y se elevan los costos…

Sí, y más el costo de la universidad. Si usted estudia en la Multidisciplinaria Oriental de la UES tiene que viajar hasta la salida de San Miguel y de ahí las opciones son las universidades privadas pero igual uno anda limitado.

Entonces, un chico de 15 años se fue para la universidad…

¡Fue increíble! Fíjese que me gustó la carrera en tercer año, cuando yo tenía 18, y sentí que era una buena opción; pero al final tomé la decisión a la ligera porque yo quería estudiar algo de política, pero en Oriente todavía no hay posibilidades.

Había una licenciatura en Ciencias Políticas acá en San Salvador pero no me podía venir en aquella época, así que la carrera más afín y más parecida era Derecho.

¿Por qué se encantó por la política?

Fíjese que yo conocía a una persona con la que después tuve oportunidad de trabajar porque fui su asesor cuando él fue electo diputado; se llama Jorge Escobar.

Cuando yo iba como a 7° grado él era el Gobernador, a la par de mi casa él tenía una radio, y frente a mi casa estaba el restaurante La Pema; entonces yo veía para el tiempo de la guerra que llegaba gente de ONUSAL, diputados, gente del Cuerpo Diplomático y se reunían con él y yo los veía con interés.

Me di cuenta que estaban en el ambiente político y en un 15 de septiembre cuando iba marchando yo vi la mesa de honor con el alcalde, el Gobernador, diputados y pensé que algún día yo podía estar en una mesa de honor, de ahí me nació el deseo de investigar más de la política dándome cuenta que ahí se toman las decisiones que inciden en la vida de la gente. Si usted toma malas decisiones dentro del ámbito político a la gente le irá mal pero si toma buenas decisiones a la gente le irá bien.

Me interesé y me he enfocado en borrar los paradigmas de que la política es sucia, que los políticos son “vivianes” y todo eso que la vox populi te dice; he tratado de cambiarlo, conocerlo y revertirlo. No terminé la maestría de Ciencias Políticas de la UCA porque tuve un percance delictivo, perdimos mucho dinero y no pude terminar los estudios pero quedé encaminado y decidí que eso me gustaba y me metí a un partido político.

¿Valió la pena ser abogado?

Sí, me sirvió bastante porque me da parámetros jurídicos constitucionales que sirven a la larga en la política. ¿Qué hacen los diputados? Hacen leyes que después interpretamos y aplicamos, también me sirvió conocer de políticas públicas y al final mi pasión que es la política se complementó con mi carrera.

En su ficha de inscripción para este proceso usted escribió que “Dios no está solo en la capital”, a qué se refiere

El desarrollo del país siempre se ha centralizado y está en el Área Metropolitana de San Salvador; yo manejo esa teoría y lo respaldo porque soy de Oriente y me ha tocado venirme a vivir a San Salvador porque acá están las oportunidades. Acá pude encontrar un empleo el cual tengo desde hace casi seis años, así como yo hay mucha gente a la que le toca venirse, por eso en San Salvador ya no cabemos.

Toda la gente busca a la capital para desarrollar sus sueños, trabajo, ideales de estudio y por eso escribí que el desarrollo debe llegar a todo el país. Si nosotros centralizamos el desarrollo mucha gente tendrá que emigrar internamente o a otro país; uno está sin su familia, papás, esposa, amigos por venirse a trabajar a otro lugar.

Mi propuesta es desarrollar los 262 municipios. Yo tuve la oportunidad de estar de cerca de los alcaldes y venderles la idea que las políticas públicas son más que poner una lámpara, un adoquinado, puede uno crear políticas que generen desarrollo a toda la gente, que generen empleo.

En La Unión tenemos municipios muy bonitos y hay uno que se llama Intipucá que tiene unas playas increíbles que se conectan con el Cuco, hay varios hoteles que se han comprado terrenos ahí y están generando empleo. La playa se llama El Icacal, es una línea costera de playa plana y está precioso.

La gente que vive en esa zona está esperando el Fomilenio II para ver cómo se desarrollan. Hay hoteles que ya generan empleo entre meseros, cocineras, y otros, pero si las municipalidades llegan y ofrecen su playa, generan incentivos al inversor se pueden desarrollar iniciativas interesantes, pidiendo que el personal a contratar sea del municipio. Este ejemplo es en el área turística, pero en el área comercial en Santa Rosa de Lima se pueden hacer planes en conjunto con la municipalidad, así como en los pueblos de todo el país según las características de cada uno.

Mi propuesta es que medianos empresarios, pequeños o grandes puedan trabajar en conjunto con los alcaldes –respaldamos por el gobierno Central-

¿Cómo un asocio público-privado?

En la Constitución le da la oportunidad a los municipios de hacer esos asocios. Ya lo he estado hablando con algunos alcaldes pero me he mantenido al margen por la coyuntura electoral porque no quiero que la visión se vea bajo una bandera partidaria; vamos a esperar después del 2018 darle forma a un proyecto bueno para desarrollar a los pueblos en serio.

¿Cree que es posible generar estos cambios en los municipios con tanta polarización. Muchos sienten que no hay voluntad política?

Es relativo, ese sentimiento se puede dar porque ven a la Asamblea Legislativa a veces en debates ideológicos, pero los alcaldes son el último contacto que tiene la gente entre alguien que tiene el poder político y su comunidad. Ellos son los más inmediatos, de hecho los representantes del pueblo deberían ser los concejales porque cuando tengo una necesidad en mi pueblo busco al concejal o al alcalde. Los alcaldes tienen una visión más real de los territorios y de los problemas que hay.  Yo sí creo que se puede, es más, si atacamos los problemas desde dónde se originan –desde el cantón, barrio o colonia- se pueden resolver, es el camino a seguir para que El Salvador no siga como está.

¿Cuál es su visión del país?

Sueño con un país con oportunidades. Yo le podría dar una visión desde el punto de vista político o jurídico pero se lo diré fácil; desde la visión de un niño a quien la educación lo hizo libre. La educación me permitió a mí conocer a gente que jamás hubiera conocido, he estado con expresidentes, diputados, alcaldes que es mi trabajo.

Yo considero que el país debe generar la oportunidad de educación a más gente para que en 10 o 30 años esta gente tenga las mismas oportunidades que yo y tengan la capacidad de hablar con los que toman decisiones en el país.

Hay gente pesimista y son los que hacen menos, yo soy parte de una generación que no se quiere conformar y que no nos vamos a conformar; por eso ando metido en cuanta iniciativa se puede y voy comenzando; quizás no tenga todavía las herramientas para tener resultados a corto plazo pero ya las voy buscando.