Un “cura de pueblo” que ambiciona una buena reforma educativa

Le gustan los libros clásicos y le apasiona la docencia. Su amor a Dios, el respeto a la vocación y las circunstancias de la vida lo han llevado a la parroquia de San José Villanueva, La Libertad, un pueblo de 16,352 habitantes pero con múltiples necesidades.

 

Gonzalo Ortega es un sacerdote que nunca imaginó ser coautor del libro El País que Viene: Horizonte común. No obstante, la oportunidad le tocó en un momento en que su compromiso con la educación está en su mejor momento.

Oriundo de Aguilares, con 34 años recorridos, con una experiencia en los pasillos de la Facultad de Medicina de la Universidad de El Salvador (dos años de Radiología en la Escuela de Tecnología médica), el padre Gonzalo está convencido en que se debe revalorar la docencia en el país.

Su artículo estará irá encaminado a una reforma educativa “sana y justa”. “Nadie habla de educación y hay avances en los gobiernos socialistas pero hace falta una visión clara, una reforma educativa buena. He leído las reformas educativas y todas responden al sistema económico reinante. No hay una visión clara”, criticó el sacerdote.

El padre Gonzalo se llama a sí mismo “un cura de pueblo” y tiene que distribuir su tiempo entre su vida personal, la congregación y los alumnos del Complejo Educativo Católico San José Villanueva, el cuál rige con amor, fe, club de lectura y básquetbol.

Aunque su visión de país está enfocado en la educación, el padre Gonzalo tuvo en su infancia una mala relación con las matemáticas y una muy buena con las bromas escolares, tanto que le dio un pasaje de expulsión del Externado San José.

Con el tiempo y a la edad de 21 años descubrió su vocación sacerdotal. Ingresó a los atrios de la iglesia con la única ambición de aprender a tocar guitarra; pero Dios ya tenía su destino marcado y poco a poco se fue convirtiendo en un líder espiritual.

Las señales “divinas” le vinieron de su familia, amigos, conocidos y testimonios que veían en el joven Gonzalo una vocación nata para el servicio.

“Me llegó en aquellos años una carta de España de un compañero mío que tuvo un compañero que fue médico y estaba considerando la vocación sacerdotal y me hablo maravillas de eso y yo dije solo falta que me salga la virgen y que me meta al seminario”, recordó.

De niño fue tímido pero le gustaba reunirse con chicos extrovertidos. En la adolescencia “jugó” a ser líder y se convirtió en presidente de su grado con la promesa de repartir pan dulce gratis. “Mis papás hacían pan…pero nunca cumplí la promesa”, recordó entre risas.

Ahora, con una responsabilidad divina y educativa en sus hombros, el padre Gonzalo forma parte del proyecto El País que Viene y posiblemente deje plasmado en el artículo una frase de Don Bosco: De la sana educación depende la felicidad de las naciones.

Gonzalo Ortega forma parte de la generación de jóvenes elegidos por la iniciativa El País Que Viene como autores de la publicación “El país que viene: Horizonte común”, editada durante el año 2017.